Viaje al origen, secretos y magia de los perfumes - WMagazín

2022-08-12 10:16:48 By : Ms. Joyce Yang

Viaje al origen, secretos y magia de los perfumes

Flor de sándalo blanco, en la India y Asia, usada para los perfumes.

Misteriosos, glamurosos, frágiles, rudos, románticos, frescos, refinados, ejecutivos, alegres, sensuales, serios, sofisticados... El ser humano siempre ha buscado complementar y proyectar su personalidad a través de fragancias. El libro 'El buscador de esencias. Un viaje al origen de los perfumes del mundo' cuenta la historia de 150 materias primas de la naturaleza

Presentación WMagazín ¿Quién no ha usado un perfume? ¿Quién no ha soñado o deseado una fragancia? Misteriosos, glamurosos, frágiles, rudos, románticos, frescos, refinados, ejecutivos, alegres, sexis, serios, sofisticados… Muy desde el comienzo de los tiempos, el ser humano ha buscado los mejores aromas, fragancias, esencias y perfumes como símbolos de distinción, singularidad, seducción o toque para reafirmar o completar su personalidad… A medida que pasaron los años, esas búsquedas naturales dieron el salto a las mezclas creadas por su propia mano, hasta convertirlas en todo un arte. El origen de todo esto y lo que ha rodeado históricamente la elaboración de los perfumes: desde la recolección del incienso en la Antigüedad hasta la industria actual se halla en el libro El buscador de esencias. Un viaje al origen de los perfumes del mundo, de Dominique Roques, en Ediciones Siruela. Una obra que desvela los misterios de un elemento deseado.

WMagazín publica un pasaje de esta gran crónica apasionada. Dominique Roques es un experto buscador de recursos na turales para una de las mayores empre sas mundiales de diseño y elaboración de fragancias y aromas. En su labor diaria abastece a perfumistas de todo el mundo, al tiempo que enriquece el catálogo de materias naturales. Gracias a la amplia red de productores y colaboradores que ha ido reuniendo con el tiempo, se rela ciona con todos los oficios que se han generado alrededor del perfume. Empezó su viaje por el mundo del per fume colaborando en la creación y mon taje de plantas de destilación y extracción en aquellos lugares donde hay grandes productos aromáticos. Las esencias o extractos que hoy suministra tienen su origen en más de ciento cincuenta materias primas naturales provenientes de cincuenta países. Además de asegurar las cantidades solicitadas y su calidad, se dedica a buscar nuevos ingredientes. Dentro de la organización de esta industria, Roques es el primer eslabón de una cadena que comienza en los campos de flores y llega hasta los frascos que compramos en las perfumerías.

Cultivadores de pachulí o de lavanda, campos de rosas, recolectores de flores en Bulgaria o la India, bosques en Venezuela, hervidores de ládano en Andalucía, desti ladores de bergamota, plantadores de sándalo, balsameros en Laos o en El Salvador… Este es un libro que puede verse como un firme homenaje a los miles de recolectores repartidos por todo el mundo, pero que también es una llamada de atención sobre la fragilidad de su futuro, sobre las amenazas que parecen acechar cada vez más sus ac tividades, ya sea por motivos políticos, económicos o por la devastación progresiva e impenitente de los ecosistemas.

Descubre el mundo de las plantas que dan origen a los perfumes, y a una de las más buscadas: el pachulí:

Los perfumes nos son familiares y misteriosos a la vez. Siempre apelan a una parte de nuestra memoria olfativa, fragmentos de recuerdos de infancia tan vívidos como lejanos. Nadie está exento. Todos llevamos impresa para siempre la huella de una estela de lilas, de un camino bordeado de retama, del olor de los seres queridos. Yo conservo intacto el recuerdo de un descubrimiento infantil en los bosques. En el mes de mayo, bajo los grandes castaños del bosque de Rambouillet, el sotobosque se cubría de tal cantidad de muguete que su perfume embalsamaba el aire. Yo estaba maravillado, turbado por aquel olor que me recordaba a mi madre, porque ella utilizaba Diorissimo, ese suntuoso perfume que rinde tributo a las campanillas blancas. Familiaridad íntima del juego de los olores con nuestros recuerdos y misterio del poder evocador de una composición al abrir el frasco. El perfume nos tranquiliza primero hablándonos de nosotros y después nos cautiva hablándonos de él mismo.

«He aquí para ti frutos, flores, hojas y ramas», este verso familiar de Verlaine abre melodiosamente el vasto catálogo de las fuentes naturales de perfume. Yo lo completo por mi parte: raíces, cortezas, maderas, líquenes, semillas, yemas, bayas, bálsamos, resinas; el mundo vegetal bajo todas sus formas es el depósito de las esencias y de los extractos que han creado la perfumería. Antes de la aparición de la química de las moléculas de olor en el siglo XIX, los productos naturales fueron la materia prima única de los perfumes durante tres milenios. Pese a haberse convertido en un lujo, los perfumistas siguen firmemente enamorados de estos aromas. Aportan riqueza y complejidad a sus creaciones, y algunos son ya un perfume de por sí.

Antes de evaporarse en nuestra piel, las fórmulas nos transmiten en unos instantes las historias mezcladas de sus múltiples componentes. Historias de laboratorios, en lo que se refiere a los ingredientes químicos; historias de flores, de especias o de resinas, en lo que se refiere a los productos naturales. Destiladas o extraídas, estas plantas se convierten en aceites esenciales, absolutos o para pasar a formar parte de la composición de un perfume, en la que ocupan un importante lugar junto a las moléculas sintéticas. Resaltadas estas plantas siempre en la publicidad de la marca, su riqueza olfativa las hace indispensables en los auténticos perfumes.

Las esencias tienen su propia historia: son el resultado del encuentro de territorios, de paisajes, de suelos y de climas, el producto de gentes arraigadas o de paso. Han sido y siguen siendo necesarios para la perfumería los leñadores de maderas aromáticas (cedro, oud o sándalo); los recolectores de plantas silvestres (de bayas de enebro, ramos de jara pringosa o de haba tonka); los resineros de savias y de resinas (incienso, benjuí o bálsamo del Perú); los cultivadores de flores, hojas y raíces (rosa y jazmín, vetiver y pachulí); los prensadores de agrios (bergamota y limones); los transportistas y comerciantes, herederos de las caravanas de Arabia y de los marinos que conectaban la India con el Mediterráneo; y, por último, los destiladores, los maestros del agua de rosas, los alquimistas de las esencias a partir del siglo XVII y los extractores y químicos de los tiempos modernos. Una colectividad dispar, desperdigada, que recolecta en los desiertos y las selvas, que labra con la azada y con el tractor, que comercia en secreto y luego de forma transparente, que desconoce el destino de sus productos o recibe en sus campos la visita de los grandes perfumistas y de las marcas más prestigiosas.

Esta diversidad forma, sin saberlo, una grandiosa comunidad histórica, un tapiz cuyos hilos han guiado la lavanda, la rosa y el incienso hasta nosotros. Por medio de viajes enigmáticos, orígenes cambiantes, tradiciones salvaguardadas, desplazadas, perdidas y recuperadas, los creadores de perfumes tienen en común que alimentan el entusiasmo innegable de los hombres por los olores de la naturaleza. Cuando una campesina malgache poliniza una flor en una liana de vainilla, lleva a cabo una especie de magia. Su gesto deberá repetirse miles de veces para que se formen unas vainas, maduren, sean recogidas y extraídas, y finalmente se encarnen en el delicioso aroma de un frasquito de absoluto de vainilla.

«El pachulí es un aroma mohoso, tostado, especiado, con matices de tabaco y humus. Sus facetas oscuras y sensuales se combinan con todas las notas amaderadas. Funciona tanto en los perfumes masculinos como en los femeninos, no tiene género, atraviesa el perfume, es narcótico » .

Exótica y embriagadora, sensual y misteriosa, la esencia de pachulí tiene desde finales del siglo XIX una reputación de fragancia seductora, lo que le valió ser etiquetada como canalla y vulgar por los burgueses de Londres y de París a su llegada a Europa. Por su fuerte personalidad, su origen indio, su connotación de libertad de costumbres, el pachulí tiene todas las bazas para seducir a la contracultura de los años setenta, hasta el punto de convertirse en uno de sus emblemas en frascos de esencia, varillas de incienso o ropas perfumadas. La imagen de los hippies que huelen a pachulí se ha convertido en un estereotipo. Siempre actual desde que dio sus primeros pasos en la composición a finales del siglo XIX, la esencia ocupa un lugar central de una serie de grandes perfumes que han hecho historia o bien han perfilado na tendencia, como Mitsouko de Guerlain. Pero en 1970 el lanzamiento, en una tienda de Cannes, de Patchouli por parte de Reminiscence, una nueva compañía, es el símbolo de toda una época. Este perfume fuera de lo común es tan rico en pachulí que dejará huella.

Estrella e icono de la perfumería, la esencia de las hojas de este matorral cultivado y destilado en Indonesia es venerada de forma unánime por los perfumistas, que la consideran uno de los productos absolutamente indispensables e irreemplazables de su paleta, uno de los diez que todos se llevarían a una isla desierta. De una importancia capital para la industria, la esencia de pachulí tardará más de treinta años en liberarse de esta imagen de materia prima problemática. Con los años, este producto extraordinario se ha convertido en un verdadero termómetro del estado de nuestro sector y en un gran tema de discusión entre profesionales. Durante mucho tiempo, el congreso anual ha generado rumores sobre los contratos de pachulí que podrían firmarse entre los exportadores de Indonesia y los principales compradores de la industria.

Discreta y con forma redondeada, la planta es un matorral cubierto de hojas aterciopeladas de color verde oscuro cuyo olor solo aparece cuando se dejan fermentar un poco y se las chafa. Su perfume, bastante potente y muy original, se utiliza tanto para los detergentes como para los perfumes nicho más exclusivos. Imponente y fuertemente seductor, deja una profunda impronta en las fórmulas. La complejidad de su composición lo protege de posibles copias sintéticas. Sigue siendo un arma excepcional en la creación y su uso está muy extendido en las fórmulas actuales. El pachulí deja una estela que caracteriza su presencia. Es también una formidable paradoja, que durante mucho tiempo ha sido un quebradero de cabeza para los compradores. Migrante sin fin de una zona de cultivo a otra, fuente de ingresos inestable para los productores, irregular en calidad y sujeto a alzas de los precios, el pachulí, indispensable e irreemplazable, parece seguir siendo incontrolable.

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